martes, 4 de diciembre de 2007

De mi forma de sentir el mundo

Y bueno, ya que me he puesto a escribir, pues sigo y sigo... Soy consciente de que este blog no adquirirá un poco de consistencia hasta que al menos su contexto esté correctamente desarrollado. Al fin y al cabo es un diario y, si bien a mí no me cabe ninguna duda de quién soy -errr, bueno, vamos a decirlo así-, los lectores potenciales de este blog no me conocen. En mi entrada anterior ya he contado un poco de mi vida. Ahora voy a hablar un poco de mi carácter.

Básicamente soy una persona optimista y, sobre todo, muy enérgica. Una chica muy vivaracha, dicen. Transmito alegría incluso en mis estados más depresivos. Bueno, al fin y al cabo es un consuelo saber que no soy una persona negativa. No obstante, toda esa energía que desbordo tiene su origen, creo, en mis inquietudes interiores, que no son pocas. Insegura, vulnerable e inocente, aparento no obstante la fortaleza de un castillo. Quizá eso sirve para disuadir a la gente de intentar herirme aunque, evidentemente, quien osa hacerlo no encuentra dificultad alguna. A veces mis amigos se quedan sorprendidos de cuánto puedo sufrir por los pequeños ataques. Mi vulnerabilidad contrasta con la imagen de mujer segura que aparento, y mi única manera de protegerme de las personas sin alma es huyendo... de todas.

Mi vida es un caos. Voy continuamente de allá para acá, como un remolino en un río turbulento. De pronto estoy aquí, de pronto me he ido. La gente entra y sale de mi vida en un flujo impresionante. A menudo no me da tiempo ni de aprender el nombre de ciertas personas que, sin embargo, he llegado a apreciar. Por el camino voy dejando cosas a medias... mi vida está hecha a parches. Existe un hilo conductor que, digamos, puede ser mi vida profesional. Aquí se puede observar cierta continuidad, cierto orden... mientras que todo lo demás flota, va y viene con el tiempo, con las miradas que pierdo, con los nombres que olvido.

A menudo me pasa que siento unas repentinas ganas de huir, pero no sé ni de qué ni a dónde. En esos momentos la angustia me invade y me apetecería esfumarme, disolverme en el éter, sublimarme en la atmósfera. Estos ratos no me suelen durar mucho tiempo, aunque sí lo suficiente para provocarme una angustia con la que no se me da muy bien lidiar. Algunos amigos me han sugerido que nunca voy a encontrar la estabilidad en mi vida, porque por mucho que cambie de lugar de residencia, de ambiente o de compañía, en realidad estoy huyendo de mí misma. Y yo... cada vez pienso más como ellos.

Respecto mis relaciones personales, creo que soy una amiga fiel. No sé fallarle a nadie. Ahora bien, una fuerza misteriosa me lleva a mantener las distancias con todos aquellos a quien quiero. Nunca les abandonaré, eso lo tengo claro. Pero tengo que sentir que, en caso de que ellos lo hagan, no me quedaré completamente sola en el mundo.

Las relaciones con mi familia son buenas en la distancia y tempestuosas cuando hay contacto. Hace años que dejé de vivir con ellos pese a no dudar que son las únicas personas a quienes puedo decir que quiero sin dudar un sólo segundo. Vivimos a muchos kilómetros, y hablamos un par de veces por semana. Los quiero con locura, pero no podría vivir en su casa. De genio fuerte, la vida con mi madre está marcada por continuos e inacabables conflictos. Mi padre, más pasivo, ha tenido un lugar secundario en mi vida, aunque sin su ayuda jamás me habría sentido segura en mi casa. Mi hermana, adolescente semi-conflictiva, está todavía en proceso de construcción de su escala de valores. La relación con ellos es de amor y dolor infinitos, de quiero y no puedo, de ni contigo ni sin ti.

Mis relaciones de pareja han sido francamente caóticas. Sólo he mantenido en mi vida dos relaciones, pongamos, mínimamente estables. Ambas han tenido lugar con hombres que me sacaban unos 20 años. Una duró cerca de dos, la otra, tres. Ambas se solaparon durante un año, en un período de inestabilidad emocional en la que ninguna de ellas me llenaba lo suficiente como para constituir una razón para acabar con la otra. El primero, me arruinaba emocionalmente. Su orgullo destrozaba mi autoestima y nunca tuve la sensación de poseerlo. En el segundo confié ciegamente y me traicionó con otra. Pude perdonarlo, pero nunca superarlo, lo cual hizo que mientras duraba la relación no tuviera reparo en acostarme con otros hombres. Si bien no me porté como era debido, el trato que había recibido no era mejor. Ninguna de estas relaciones eran lo suficientemente fuertes ni confiables como para monopolizar mi sexualidad. Tras el final de la última de ellas -hace unos tres años- pasé una temporada que di rienda suelta a una promiscuidad que desde entonces no he vuelto a sentir. Todo acabó cuando me enamoré por primera vez en mi vida... y de la persona equivocada. Carlos arruinó mi vida sentimental durante más de dos años y me descubrió a mí misma cuán vulnerable era. Un año duró la relación indefinida de vaivén que surgía y se consumía incansable en el transcurso de las horas, un duro desgaste que me dejó emocionalmente exhausta. Otro año duró, tras el final de la misma, el bloqueo emocional que dejó tras de mí un ente incapaz de sentir. Ahora mismo debe de hacer poco más de un año que me siento capaz de fijarme en otros, aunque dudo si sería capaz de establecer una relación. Tengo miedo, mucho. Miedo de sufrir más, miedo de los otros. Pero mucho más miedo de mí misma, terror de que mi independencia, mis ganas de huir, no me dejen construir una relación normal, de que no me permitan dejarme querer... terror de ser su esclava para siempre.

Y bueno, creo que esta es la descripción más sincera que nunca haya hecho de mí misma y mi manera de sentirme. He podido hacerla gracias al anonimato de este blog, aunque ahora que me he desnudado tanto me asusta más que nunca la posibilidad de que alguien pueda identificarme con mis escritos.

Un abrazo muy grande a todos:

Amazona

2 comentarios:

ISSA dijo...

Ser capaz de desnudar tu alma, aunque sea de manera anónima, es un signo de valentía, que algunos no poseemos.

Sigue adelante con tu vida, eres luchadora y sobrevivirás.

A propósito, tu forma de narrar es excelente. Te felicito.
ISSA

elHermitaño dijo...

Hablas de "una fuerza misteriosa [que] me lleva a mantener las distancias con todos aquellos a quien quiero". Vaya, es una fuerza muy importante. Es la fuerza que mana de tu propio ser, la que te asegura que más allá de los demás, tú eres lo que cuenta.

Es la fuerza de la soledad, de la independencia, que siempre estará ahí. Será tu compañera cuando nadie lo sea, te abrazará cuando los otros no quieran hacerlo, y la tendrás por siempre de amiga, y confidente.

Hay quienes odian, rechazan o inhiben esa fuerza, porque la creen nociva. Piensan que la soledad y el estar consigo mismos es un estado de carencia, de abandono, cuando es, si se piensa bien, quizá la mejor compañía posible.

Saludos.